EDUCAR PARA LA PAZ INCLUYE ENSEÑAR A “PENSAR COMO ESPECIE”.

La mayoría de las especies sociales tienen sistemas de ayuda mutua para su supervivencia. Los delfines se apoyan mutuamente cuando hay alguno enfermo o herido, y nadan debajo de éste en grupos de dos o tres durante horas. Cuando el herido tiene dificultad para respirar, el grupo lo empuja a la superficie. Algunas morsas adoptan a crías huérfanas que han perdido a su familia por efecto de la depredación. Las hormigas marabunta, que migran en grupo por cientos de miles de individuos, cuando existen irregularidades en el terreno, algunas de ellas tapan estratégicamente con sus cuerpos los huecos del suelo, ajustándolo momentáneamente a la forma, para que el grupo avance.

Nuestro planeta muestra de primera mano el proceso de la vida. Mediante el impulso hacia el cuidado y la ayuda mutua, que los seres humanos compartimos con otras especies, incluso superamos, podemos entender que la Paz, es mucho más que una definición formal si se observa desde esta perspectiva. Observamos que no se reduce a sentir momentos de armonía con otros seres, o al hecho de sentirnos bien con nosotros mismos, o sentir tranquilidad de consciencia, si bien todo ello es importante. Nos llama a tener una vida significativa y valiosa, así como el desafío de enseñar a las nuevas generaciones a «pensar como especie», para que se perciban como palancas de cambio aunque sólo tengan dos años de edad, y que sientan que pueden transformar aquello que no les agrada.

Personalmente me ha fascinado ver cómo padres y niños de dos o tres años se disponían a limpiar el planeta con ilusión y esmero, recogiendo papeles con horquillas en el parque de juegos de su barrio (antes de la pandemia).

Hoy, que la urgencia ha ganado la carrera a los imprevistos, desde la llegada del Covid-19, la nueva educación nos pide activar aquellas aptitudes que nos distinguen como humanos, mediante un desafío colectivo en el que todos nos fortalezcamos para ser más resilientes como grupo.

La idea de que los seres humanos vivimos exclusivamente a fuerza de competencia es un excelente caldo de cultivo para el marketing, pero no es la realidad en su conjunto. La nueva educación ha de acercar a niños y adolescentes a problemas reales, como el cambio climático o las migraciones, pero también al autoconocimiento, enseñándoles estrategias de autoliderazgo y conceptos como «responsabilidad social» desde edades tempranas, para que planteen soluciones de acuerdo con su visión de las cosas.

Prepararnos ya para vivir en un nuevo mundo incluye enseñar a las nuevas generaciones a tomar consciencia de los recursos humanos con los que cuentan. Esta nueva forma de entendernos y comprendernos a nosotros mismos es algo que necesitamos transmitir de un modo sostenible, porque lo cierto es que todos los seres compartimos una sola atmósfera y respiramos el mismo oxígeno, algo que hemos de recordarlo aún más en este complejo y excepcional contexto que, desde el año 2020, nos ha tocado vivir.

Guiar a las nuevas generaciones para que sean conscientes de los recursos cognitivos y emocionales con los que cuentan les permitirá hacer frente a complejos desafíos, y a desarrollar su potencial para que logren ser los ciudadanos que el futuro necesita. Cuando antes volvamos a reconocernos como una especie que puede salir adelante, valorando que estamos biológicamente preparados para ello, antes podremos empujarles para que podamos avanzar juntos.

Las nuevas generaciones necesitan reconocer en sí mismos muchas capacidades humanas, como percibir de manera instantánea el estado interior de otras personas, comprender sus pensamientos y sentimientos, el poder ponernos en el lugar de otro, la posibilidad de sentir con otros, percibir sus intenciones o resonar emocionalmente…. También que los humanos tenemos infinitas formas de desarrollar habilidades emocionales y sociales, y contagiarlas, para estrechar diferencias y encontrar acuerdos. Porque no se tratará sólo de saber que tenemos el potencial necesario para imaginar qué piensa el otro, también estamos preparados para comprender que, si piensa diferente, nos enriquece, y este enriquecimiento nos proporciona el poder crear algo diferente a lo establecido. He ahí la clave para aumentar la inteligencia colectiva, que sin duda será el gran reto del siglo XXI.

Nora Rodríguez

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