LA CREENCIA DE QUE HAY UN “LIDERAZGO FEMENINO” REDUCE LA PROMOCIÓN DE LAS NUEVAS FORMAS DE LIDERAR DE LAS MUJERES EN TODAS LAS ORGANIZACIONES.

¿Autoliderarte para avanzar? Como  mentora de  mujeres líderes estoy convencida de que hoy  no  es realista  insistir en  que hay un estilo  liderazgo femenino.  Esta es una percepción limitante sobre el  liderazgo de las mujeres, a menudo descrito con características como  la empatía, la escucha activa, el compromiso social, la capacidad de adaptación, el trabajo cooperativo, o la apertura al cambio, por poner un ejemplo. Sin negar que muchos de  estos  aspectos pueden ser  incluidos, seguir repitiendo  que existe un liderazgo femenino implica  dar por hecho que el otro estilo es el liderazgo masculino, lo que tiene dos objeciones. La primera, ignorar que   las investigaciones demuestran que no hay un cerebro  femenino y otro  masculino, y por lo tanto dos modos  generalizados de liderar. Sin contar que cada cerebro es único e irrepetible.  La segunda, seguir  incluyendo en el concepto de “liderazgo masculino” lo que, probablemente,  en muchas ocasiones no sea  más  que un modo de articular el “poder sobre”.  

De hecho, durante más de un año hemos tenido  la mejor  prueba  sobre cómo actúan las mujeres  que se autolideran, sin  encajar en estereotipos conocidos. Las hemos visto en puestos decisivos tomar decisiones que han  impactado al mundo, demostrando un estilo propio desde el inicio de la pandemia, como  Mette  Frederiksen, en  Dinamarca; Katrín Jakobsdóttir, en  Islandia; Sanna Marin, en Finlandia; Jacinda Arden, en  Nueva Zelanda; Erna Solberg, en  Noruega; Tsai Ing-Wen, en  Taiwán… Ellas  han sido  ejemplos indiscutibles, y  no sólo  porque  no  aceptaron que  se  les dijera cómo  debían actuar, sino porque en todo momento  priorizaron sus valores y sintonizaron con el momento que les tocó vivir.  Algunas, incluso,  dieron la impresión de que avanzaban a contracorriente, pero lo cierto es  que estaban  tomando  decisiones racionales, resolviendo con máxima coherencia y calma,  y lo más importante: respetando  la dignidad de las personas a las que servían.

Practicar el  autoliderazgo y dejar de identificarse sólo con lo que  se conoce como liderazgo femenino, sea en  organizaciones gubernamentales, políticas o empresariales, tiene  como consecuencia la  expansión, la  inclusión, una mayor creatividad, afrontamiento de las dificultades, ¡y poder aportar rápidamente el 50% del liderazgo que aún le falta al mundo!

Hemos de entrenarnos cada día en  poner  primero  el foco en nuestro interior, asumir quiénes somos y construir  una visión y una perspectiva sobre nuestro aporte en el presente con  una permanente mirada hacia  el futuro. Porque lo cierto es  que hay tantas formas de liderar en femenino  como mujeres habitan este  planeta. Es hora de autoliderarnos y fomentar  la mirada  ética y  personal de las mujeres, para que   lideren  sus vidas y  puedan mapear sus más de veinte o treinta estilos de liderazgo que habitan en cada una de ellas, y se atrevan a visibilizarlos y hacerlos cada vez más sostenibles, simplemente porque sestán en su andamiaje interior,  enraizados en sus  valores y  talentos, donde se gesta el  ADN de líder, ¡esta es la gran revolución!

Nora Rodríguez

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